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Tenís que ir: Amanita Tatuajes (Black Velvet Tatoo Salon)

Desde que entramos y vimos el estudio, porque osea jelou, es un estudio de tatuajes (no es na un puestito en cualquier feria, no no no) nos encantó, pero que cantidá de glamour. Hay que aclarar que nuestra tatuadora no era na como esos típicos señores con musculosas negras y llena de tatuajes, no señores era una amorosa y simpática chiquilla que nos atendió de forma personalizada, nos hizo firmar una autorización y nos preguntó si teníamos alergia a algo o teníamos alguna enfermedad contagiosa, como toda una profesional que es.

AMANITA TE AMO.

 

Cuéntanos, ¿cómo nace el proyecto de empezar a tatuar?

A: Empecé  hace poco más de dos años. Fue un periodo donde estuve muy mal de salud, entonces tuve que congelar la universidad y ponerme a hacer algo, porque me aburro muy fácilmente. Entonces, como siempre me había gustado el tema del arte, de hecho yo quería estudiar fotografía, aproveché de ponerme a pintar y después simplemente cambie de lienzo. Fue una cuestión muy muy rara, un día dije ya démosle fui y compre todas las máquinas y los insumos y estuve practicando no sé, 5 min y me aburrí y me hice un tatuaje chiquitito en el tobillo.

Pescado frito y poroto negro quisieron ir a hacerse tatuajes. Pescado frito tenía una picada Poroto negro la sapeó y le dijo de allá somos. Cuando llegaron al palacio del tatuaje, con una sola mirada de su dueña se enamoraron. Finalmente le propusieron casamiento y una entrevista. La tatuadora sólo accedió a la segunda. Con pena en el alma y el anillo aun esperando dueñ@/dueñe les presentamos a .... Amanita Tatuajes (Black Velvet Tatoo Studio).

¿Fuiste tu primer modelo de prueba?

A: Exactamente sí, me sacrifique por todo el equipo, así que me hice un pequeño tatuaje en el tobillo y me quedo bien bonito. Es una figura geométrica de los sonidos platónicos, una cuestión shuper loca. Después llega mi vieja y me dice: “a ver no te creí  muy chora, hazme un tatuaje” y le hice uno  a mi vieja, quedo súper lindo. Entonces le dijo a mi papá y mi viejo igual me dijo: “ya hazme un tatuaje” y de ahí como que tatué a toda mi familia y desde ahí no pare, así empezó todo.

 

¿Qué te pasó cuando ya pasaste de tatuar a tu familia a convertirlo en un negocio?

A: Es heavy porque mi lugar para desenvolverme en el mundo del tatuaje era mi casa. Mi vieja no estaba muy de acuerdo, no le gustaba mucho, así que me fui a trabajar a una tienda en el Eurocentro. Fue todo un show porque la verdad es que en el eurocentro la modalidad de trabajo es muy distinta y el tatuaje es un área muy machista en la que claramente la mayoría son hombres. Y estamos hablando de hombres rudos con muchos tatuajes, piercing, entonces llego yo y la verdad es que mi jefe no estaba ni ahí con mis pegas, él me tenía en la tienda porque su mentalidad era que 2 tetas tiran mas una carreta que un buey, cachay?, súper machista.

Muy Chile para sus cosas…

A: Fue heavy el cambio, pero ahí te dai cuenta que en verdad los tatuajes de galería están muriendo lentamente, ahí se produce lo que nosotros le decimos “el supermercado del tatuaje”, donde tú vas, eliges de una revista y te lo ponen en la piel. Entonces acá intentamos hacer algo más personalizado, más único, más propio. Es cuático porque al final el tema es un negocio, pero también tiene su arte, su  tradición, así que es bien complejo.

 

¿Tú te has topado acá con estos nuevos machistas, donde tú le abres la puerta y te miran como: Tú me vas a tatuar?

A: Si, pasa también como que a nosotras no nos tienen mucha fe, además la gente tiene una visión del tatuaje súper estandarizada. Creen que va a llegar a una tienda de tatuaje y será una oscura, con paredes negras, rojas y te va a abrir un weon de 3 metros lleno de tatuajes y piercing. Pero  llegan acá donde los tratan súper bien, el ambiente es distinto, tienen música relajante y no los tarros metálicos, entonces cambia mucho. La gente acá o se asusta o queda muy feliz, se lleva una sorpresa, nunca es como: “me lo esperaba”. Hay salas privadas, igual a la gente le hace un click y dice: “no todos los tatuadores son cocainómanos, alcohólicos, adictos al sexo”. No, o sea igual hay personas súper normales, como nosotros.

Nosotras nos llevamos una súper grata sorpresa. Yo esperaba llegar a lo que tú describes: las paredes negras con el mastodonte que te recibe en la puerta, toda esa cuestión  que está la feria y la sección de tatuajes.

Exactamente y es muy distinto, lo que hacemos es abrir el tatuaje a la gente. De repente acá llegan mujeres de 40, 50 años, y es porque tienen la confianza de decir: “en verdad me quiero hacer una florcita”, pero si voy a otro lado me van a ver con cara de: “¿te queri hacer eso? por qué no te haci un dragón escupe fuego.”

 

¿Qué es lo que te desmarca del resto de los tatuadores, porque alguien debería escogerte a ti para tatuarse?

Mira la gente que viene acá siempre se va muy agradecida. Los tratamos bien, los escuchamos. Ponte tú, en verano siempre los recibimos con una bebida, muy buena onda. Además yo soy del área de la salud, cuando la gente viene acá de lo último que se debe preocupar es la higiene. Soy matrona, pa mi la higiene es lo principal. Lo otro es que tenemos un estilo de trabajo distinto. Me pasó cuando yo era clienta del tatuaje, me daba miedo ir a tatuarme, decir: “mira me quiero hacer un árbol de cerezo” y te quedan mirando así “como que pendejo”, como si tu tatuaje eso fuera muy ridículo, pero no, no es así. El tatuaje que uno quiere debería ser tan respetable como la manga completa tribal. Eso es lo bonito que tenemos acá, que no importa quien seas y que es lo que te quieras hacer, siempre te vamos a escuchar a aconsejar, te vamos a cuidar. Nuestro deber no es solamente llegar y hacer algo en la piel de la persona, si no que también tenemos que velar por la seguridad de todos los que vienen acá. 

¿Tienes alguna experiencia tatuando que te haya marcado?

El lugar más raro que tatué fue el cachete de un poto (risas). Fue un cover-up. La niña tenía un casete en la mitad del cachete del poto y era una niña muy pequeña, entonces cualquier tatuaje que tuviera se iba a ver proporcionalmente grande a su cuerpo.  Y ella tenía un pequeño casete bien ochentero ahí a mitad de cachete de poto. Le hicimos un trabajo bien  bonito y quedo súper feliz. Las fotos nunca las publique, obviamente, porque en verdad ella no quería ver su poto en Facebook. Lo otro que  hice fue unas cintas en los pezones de una chica. Ella fue la mejor clienta que he tenido, porque los pezones son un lugar muy sensible y doloroso y te juro que ella estuvo quieta en modo zen toda la sesión. Ni siquiera se movió, ni puso una cara de dolor. Al final cuando terminamos le dije: “¿cómo estay?” y le brillaban los ojitos de dolor, pero en verdad se portó muy bien. En general no piden cosas muy raras. Igual he tenido que rechazar igual algunas pegas porque tenís que cuidar la integridad de las personas

 

Y para finalizar, ¿te casai conmigo?

(risas)

Para agendar una hora, visita su fanpage en Facebook: facebook.com/natatatuajes

 

Acá te dejamos algunos de sus trabajos.

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