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El síndrome de Charles Aránguiz

En mi celular apareció la notificación de que Charles Aránguiz se había cortado el tendón de Aquiles. ¡Qué lástima! – pensé. Había sido transferido al fútbol europeo hace un par de días. Aquella noticia sería el primer indicio de lo que hoy se conoce como “el síndrome de Charles Aránguiz”. El celular se descargó y continué con mi día. Llegué a casa, comí, me cambié de ropa y salí a jugar fútbol. El partido pintaba bastante bien; menos de cinco minutos y el marcador indicaba un 3-0 en nuestro favor. Me sentía tranquilo, confiaba en que hoy acabaría la racha de 3 meses sin ganar. Nunca pensé que lo que ocurriría a continuación sería la llegada del “síndrome de Charles Aránguiz”. Era una salida desde el área chica rival, fui a marcar y en el marcaje tranqué la pelota. Mi trancada fue muy débil con lo que el jugador rival dobló mi dedo gordo. Intenté seguir, me ofrecí de arquero pero el dolor continuó. Pedí cambio y terminé el partido desde las gradas. Llegué a casa y me di cuenta de la gravedad de la lesión; estaría a lo menos un par de semanas sin volver a jugar. Pasaron un par de minutos y de pronto sonó mi celular. Era mi amigo Marco para contarme que se había esguinzado el tobillo. Otro llamado, esta vez era Carla que me contaba que se había caído en bicicleta y tenía un corte en la cabeza. Y así sucesivamente, los llamados se repitieron hasta terminar el día. Al acabar la jornada estaba seguro de lo que había sucedido. “El síndrome de Charles Aránguiz” atacaba a todo el país. Todo había comenzado a fragmentarse, partiendo de mi persona, mis amigos, mi familia y el país entero. Entramos en una crisis de la cual nunca encontramos como salir.

 

 

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