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La vida sin celular

 

 

    El otro día me quedé, por esas circunstancias de la vida y de vivir en el guetto, sin celular. La hueá no era la modernidad misma, era un alcatel terrible poor y tenía la pantalla pa la corneta, pero era mío. Me mantenía conectada con la casa materna y con mis amigos, o al menos eso me hacía pensar. Siempre consideré que perderlo era perder también mi lazo virtual con el mundo.

 

    Hoy veo que no es el fin del mundo, más allá de todo tipo de predicciones asociadas a terremotos y tusunamis. De hecho, me ha hecho un enorme favor dejar de andar pendiente del feisbuc y el guasáp: casi no me he enterado de la psicosis del fin del mundo que agobia a las redes sociales, no me he tenido que bancar la opinión ignorante de ningún saco de hueas virtual, ni los estados melodramáticos de las lloronas que creen que Fb es su psicólogo particular, o las selfies gratuitas de ningún abacanao al peo. 

 

    Nada de eso. He tenido mas tiempo para hacer otras cosas que me gustan, como leer libros y cómics, hablar con mis alumnos y mis amigos en persona, escuchar la lluvia cayendo en la ventana en lugar de las canciones de moda (ni tan moda igual, pero se entiende). Recuerdo haber mirado más ojos esta semana, más que en mucho tiempo y he reconocido gestos en quienes me rodean que antes no había notado. No ha habido mini-infartos por no saber dónde dejé el teléfono o ansiedades porque me queda un 3% de batería y no ando con el cargador.

 

    Sé que tengo que volver a tener celular, sin embargo no tengo prisa. Me cagan ciertos hábitos como mirar la hora en el teléfono o usarlo como despertador, pero tengo relojes de pulsera y me compré uno de velador que suena más fuerte que la mierda -de esos con campanillas, que me despiertan de un infarto-, pero no, no hay prisa: prefiero seguir mirando ojos y escuchando risas en lugar de ver emoticones... pa qué voy a decir que las hueas de celulares están más caras que la chucha también.

 

Un celular básico -léase por básico una huea con la que podai mandar wasaps, nada demasiado impresionante- ahora cuesta sobre las sesenta lucas. Sesenta lucas son 10 promos de piscolita poh wn, 25 cajetillas de cigarros, 3 o 4 cajas de condones, 150 Super8 gigantes... no sé hueón, siento que el sistema quiere cagarnos vendiendo el vicio cada vez más caro, igual que con los cigarros y el copete. 

 

Así que qué bueno, no pienso tener ni una hueá de celular por un laaaargo rato, al menos hasta que la pobreza abandone este cuerpo esforzado y trabajador.

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