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 #OdioPlanear (y que no resulte)

 

 

Advertencia: para escribir este #JuevesOdiar hice unos salú primero, así que perdonen si de repente me voy a la chucha.

 

 

     No sé si serán ustedes de esas personas que ponen todo de sí para que las cosas resulten: mueven cada pieza con cuidado, estudian las situaciones, observan como los sucesos pueden perjudicarte o jugarte a favor. ¿No? Porque yo sí soy de esas y en general hago planes con todo lo que hago a diario. Mido tiempos y distancias, especulo sobre la conducta de los otros hasta que puedo llegar más o menos a predecir lo que harán o dirán. Entonces juego, o trato de hacerlo porque en verdad soy muy mala en emprender planes. La buena voluntad y el cuidado del bienestar ajeno siempre me traicionan, haciendo que los planes me salgan para atrás o que todo quede en cenizas de buenas intenciones.

Por ejemplo, una vez intenté hacerme querer por un hueón que me movía el piso brígido, por allá por las épocas de las adolescencias –ni tanto en verdad, incluso de grande seguía siendo bien pelotuda-. Sujeto era un especímen encantador y adorable, con todo lo que aprecio de un humano del sexo opuesto: altura, carisma, sentido del humor -acorde con el mío, una bestialidad- y una amabilidad y dulzura que no caía en la mamonería, sino que simplemente lo hacía más masculino (ya, sí, se me volvió a caer la baba). 

 

   La cosa es que en determinado carrete, me hice ver como la más mina del lugar con la intención de cazar y alimentar a las bestias, pero justo antes del ataque, cierta amiga me contó que también le gustaba. Puta la hueá mala, hay cosas como la lealtad que simplemente no puedo dejar de lado, ciertas piedras que se me presentan en el camino de los planes perversos. Sujeto estaba al borde del abismo y yo estaba listo para recibirlo en mis brazos –o más honestamente, en mis piernas- cuando de pronto, como un espasmo, me vino el sentimiento de culpa ANTES de cometer el delito (tan cabra buena era??) y simplemente arrugué. A la mañana siguiente recuerdo la mirada de sujeto al despedirse de mí, con cara de Qué Chucha. Después de eso nos distanciamos irremediablemente y él explotó y murió. Bueno, eso no, pero nunca volví a tener la misma oportunidad.

 

O esa vez en que le dije a Fulano que terminara con su mina pa ver si me daba bola a mí y terminó siendo peor –al menos para mí- porque el hueón después se casó con la primera peuca que le movió el culo, porque parece que me demoré mucho en hacer el siguiente movimiento, y explotó y murió.

 

En general soy re buena pa farrearme buenas oportunidades porque, como dice mi grillo-conciencia, soy de quienes esperan que las cosas le pasen y no voy y simplemente hago las cosas por mi deseo y voluntad. Y puta, sí poh hueón, si cuando hago las cosas por mí misma, en general me mando puras cagás y termino en los lugares y aprietos menos esperados.

 

Entonces, ¿qué es mejor? ¿planificar para no caerse al barro? ¿improvisar y pagar el pato después? ¿Ah? 

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